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Las crudas condiciones en las que vivía Maia y qué responsabilidad tiene el Estado

19/03/2021 06:45

El caso de la menor secuestrada que se convirtió en una historia nacional revela una situación grave de vulnerabilidad a la vera de la autopista Dellepiane.

Luego de ser encontrada tras 3 días de intensa búsqueda, Maia debería volver a su casa. Pero eso no va a pasar, porque directamente no tiene una. Vive en la calle. Duerme en la calle. Cuando los días son normales, descansa sobre un colchón de goma espuma dentro de una carpa junto a su mamá, Estela, respaldada por dos árboles bajos y delimitada por un perímetro constituido por una reja, la tela de un cartel, la lona de una pileta, un cobertor de nylon y dos acolchados -uno de rosas y otro de perros dálmatas-. El peso de dos tablas de maderas mantiene estirados los elementos que componen las paredes.

Maia Beloso nació y se crió de esa manera: en la casilla de la esquina de la manzana cinco de la villa Cildañez, a metros de la intersección de las avenidas Dellepiane Norte y Escalada. La zona es donde coquetean Parque Avellaneda, Villa Soldati y Villa Lugano, el sur degradado de la Ciudad de Buenos Aires.

Incluso la niña se baña en diferentes casas del barrio. En las casas de los mismos vecinos que cortaron la autopista para reclamar por la aparición de la niña. La describen cariñosa, amorosa, dulce, dócil y educada. “Es una niña divina, muy agradecida, siempre te responde ‘Dios te bendiga’”, destacó una vecina. “Es la hija de todos”, apuntó otra.

El secuestrador, Carlos, apareció de la nada. No sorprendió su presencia ni su permanencia en el círculo íntimo de la familia en situación de calle. Lo interpretaron como un hecho de teórica prosperidad. Estela es adicta al paco y es también hija de la villa, víctima de la vulnerabilidad y de la pasta base. Una persona interesada en ella y en su hija podría llegar a ser algo extrañamente bueno.

El hombre desconocido jugaba con Maia. La alzaba, le hacía upa. Andaban en bici por las calles y por el terraplén que separa la calle de la autopista. Le compraba caramelos y chupetines, alfjarores y Doritos.

Tanta generosidad en tan poco tiempo había despertado recelo. Las demostraciones de cariño levantaron sospechas en el barrio. Pero a Estela no le pareció extraña la última propuesta. El lunes 15 de marzo a las nueve de la mañana, Savanz despertó a la mujer y le dijo: “Voy y la traigo, vamos a buscar la bicicleta”. El hombre le había prometido a Maia comprarle una bicicleta nueva y se la llevó.

Ahora, la División de Minoridad de la Ciudad estará a cargo de la nena hasta que se constate su estado de salud. 

Al tratarse de una menor de edad, según el procedimiento, luego de realizado el rescate, deben llevarse adelante todas las pericias psicológicas y físicas junto con una cámara gesell con el objetivo es corroborar que no haya sufrido algún tipo de abuso sexual.

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