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Resuelven el caso de asesinato de Olof Palme ocurrido hace 34 años

10/06/2020 10:21

La Fiscalía sueca cerró la investigación del asesinato del primer ministro Olof Palme señalando como sospechoso a un publicista fallecido, pero sin aportar pruebas técnicas que despejen las dudas sobre el magnicidio que traumatizó al país hace 34 años.

Olof Palme era muy querido en la comunidad internacional porque dió asilo a los perseguidos de latinoamérica que huian de la muerte y la persecución violenta de las dictaduras de los años 70.


Las declaraciones previas del fiscal del caso, Krister Petersson, mostrándose optimista sobre su resolución, y las especulaciones sobre el hallazgo del arma del crimen, habían disparado las expectativas.
Pero la solución presentada no es concluyente, no tiene pruebas nuevas y se basa en un análisis de testimonios y del controvertido papel de un testigo, señalado ya hace dos años por el periodista Thomas Pettersson en un premiado reportaje en la revista Filter.

El supuesto asesino es Stig Engström (el llamado “hombre de Skandia” por la aseguradora para la que trabajaba como publicista y que tenía su oficina cerca del lugar del crimen), incluido como testigo y protagonista en medios suecos en los días posteriores a los hechos.
“Hallamos a una persona que no cuadraba en la foto del crimen. Sus informaciones no se correspondían con las de otros testigos”, dijo el inspector Hans Melander.

Palme fue especialmente reconocido por su papel en la política exterior, marcada por la defensa del pacifismo, el cumplimiento de los derechos humanos y el compromiso con los estados del Tercer Mundo. Bajo su mandato se adoptó una política neutral con duras críticas por igual a los Estados Unidos y a la Unión Soviética, algo inédito en un país occidental durante la Guerra Fría, por las que promovería un proceso de desarme que contrastaba con la carrera armamentista de las dos grandes potencias mundiales. ​ El dirigente hizo aproximaciones al movimiento de países no alineados, se convirtió en el primer líder europeo en hacer una visita oficial a Cuba tras su revolución, apoyó al Congreso Nacional Africano en su lucha contra el apartheid,9​ y defendió la transición democrática de España. En su última legislatura en Suecia mantuvo esa personalidad propia al convertirse en uno de los mayores receptores de refugiados políticos, práctica que se ha mantenido a lo largo del tiempo,​ y mediar en la guerra Irán-Irak a petición de la ONU. Por todas estas razones, Palme está considerado uno de los políticos suecos más influyentes junto a Raoul Wallenberg y Dag Hammarskjöld.

El “Hombre de Skandia”
Lo único probado es que Engström, de 52 años, abandonó la oficina, donde se había quedado a trabajar hasta tarde, poco antes de que Palme fuese asesinado y que volvió veinte minutos después.
Palme había salido con su esposa Lisbet la noche del viernes 28 de febrero de 1986, sin escolta, a un céntrico cine de Estocolmo.
El “hombre de Skandia” dio declaraciones contradictorias a la policía: dijo haber sido uno de los primeros en llegar al lugar y haber hablado con Lisbet Palme, algo que nadie pudo confirmar, como tampoco sus movimientos o su contacto visual con el tirador.


Aunque nadie vio la cara del asesino que disparó por la espalda a Palme, las descripciones del sospechoso (gorra, abrigo oscuro, maletín) coinciden con las de la ropa que llevaba Engström.
“Sus propias explicaciones de lo que hizo en ese tiempo no cuadran con lo que dijeron otros. Todo apunta a que estaba en el lugar, pero en otro rol muy distinto del que quiso hacer creer”, dijo Krister Petersson en una comparecencia de más de dos horas.

El comportamiento “extraño” de Engström continuó en días posteriores con declaraciones a los medios en las que parece “burlarse” de la policía y jugar al despiste, según Petersson.
“Esto habría sido suficiente para un arresto y pasar a prisión preventiva, aunque no para una condena. Luego podríamos haber hecho análisis de la ropa, registros, etc, y construir un caso”, señaló el fiscal, que descartó que Engström formase parte de una conspiración.


Engström se movía en círculos contrarios a Palme, fue miembro de un club de tiro y tenía acceso a armas a través de un conocido: el “grupo Palme” (la unidad policial a cargo de la investigación) confiscó al menos un revólver para hacer una prueba balística.
Pero el Instituto Nacional Forense concluyó que el mal estado de las dos balas conservadas hace imposible cualquier análisis.

Los informes iniciales de la policía incluyen a Engström como sospechoso, pero no fue citado para la reconstrucción posterior y desapareció de la investigación, algo “sorprendente” para el fiscal.

Una investigación llena de escándalos

La incompetencia en la investigación fue pronto evidente: no se acordonó de forma correcta la zona del crimen ni se bloquearon las calles adyacentes, aparte de que los esfuerzos se centraron en una sola pista, la del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
La proyección internacional de Palme multiplicó el número de posibles autores, entre ellos los servicios secretos sudafricanos, pero ni de esta ni de la teoría de una conspiración policial hay pruebas “concretas”, reiteró Melander.


Su obsesión por el PKK y sus métodos le costaron el puesto al primer jefe de la investigación, el comisario Hans Holmér, y la ministra de Justicia dimitió al descubrirse una pesquisa paralela.
Un tribunal condenó a cadena perpetua en 1989 al delincuente común Christer Pettersson, absuelto meses después por falta de pruebas al quedar invalidada la identificación de la viuda, que había recibido detalles físicos previamente de un policía.


Explicación creíble o una decepción

Las reacciones provocadas por el anuncio de la Fiscalía oscilan entre quienes dan credibilidad a sus conclusiones y consideran que poco más se puede hacer y quienes creen muy débiles los argumentos para elevar una acusación contra alguien que quizás solo quería protagonismo.
“Mi conclusión es que después de 34 años es difícil creer que mantener la investigación daría más resultados. Hemos llegado tan lejos como se podía esperar”, dijo el fiscal Petersson.


El primer ministro sueco, Stefan Löfven, socialdemócrata como Palme, calificó el resultado de “lo más cerca a la verdad a lo que se podía llegar” y rechazó una nueva comisión de investigación.
El sucesor de Palme en el cargo, Ingvar Carlsson, habló de una explicación “creíble”, al igual que los tres hijos del asesinado, que lamentaron no obstante que no haya pruebas técnicas.


Desencantadas se mostraron otras figuras socialdemócratas como la exministra Anna Greta Leijon o la expresidenta del partido Mona Sahlin, mientras varios de los principales juristas suecos, como Peter Althin o Johan Eriksson, hablaron de “gran decepción”.

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