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«Argentina, 1985». Una Argentina que tampoco...

Es claro que, como hijo de un perseguido por la dictadura, entiendo bien que el tema es muy peliagudo

05/10/2022 11:49
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Una de las cosas que aprendí medianamente pronto gracias a un rotundo golpe de la vida es que no existen los monstruos. Quiero decir, no hay cucos, somos hombres. ¿Esto qué quiere decir? Ya lo veremos…

Estuve en el preestreno de esta resonante película y es hasta el día de hoy (exactamente una semana) que no he podido sentarme a expresar mis pensamientos. En verdad, se debe a que he querido ser cuidadoso, dado mi tono quizá algo punzante y presumiblemente ofensivo. ¡Pero que yo no quiero ofender a nadie! Antes me gustaría que dialogáramos. ¡Dialogar por una vez!

Pues bueno, que esta película es fruto del trabajo de Santiago Mitre y su equipo, y han debido investigar mucho antes de realizar el proyecto, dado que no tenían un exhaustivo conocimiento de aquella no tan lejana época que se retrata. Así, esto que digo es algo que se nota de buenas a primeras, porque no he visto yo que haya existido una posición consistente (y por «consistente» quiero decir «descarnada») de parte de los realizadores frente a los inenarrables hechos vividos entre los años 1976 y 1983.

 

Julio Strassera (Ricardo Darín) y Luis Moreno Ocampo (Peter Lanzani).

 

Aproximaciones argumentales

Argentina ha logrado asomar su cabeza del execrable lodazal dictador de los años mencionados. Julio Strassera (Ricardo Darín) es el fiscal encargado de enarbolar la causa de los torturados y desaparecidos, Luis Morneo Ocampo (Peter Lanzani) será su hidalgo compañero. Juntos deberán enfrentarse a un régimen que aún se encuentra provisto y se presenta amenazante, por decir poco. En cualquier momento el cielo puede recubrirse nuevamente y el aciago filo sangriento de la milicia podría rematar a la Argentina.

Veremos el desarrollo del juicio histórico que eternizó la sentencia «Nunca Más», en el que fue presentado el informe de la CONADEP —presidida por Ernesto Sabato— sobre las innúmeras y ominosas torturas perpetradas por el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional.

 

Ricardo Darín como Julio Strassera.

 

Una crónica algo endulzada

Es claro que, como hijo de un perseguido por la dictadura, entiendo bien que el tema es muy peliagudo; es una temática muy conflictiva que no puede menos que despertar fuertes desavenencias (al menos es imaginable). ¡Miren ustedes el tiempo que he tardado en conseguir el tono adecuado para elevar mi valoración! Es por eso que en este apartado mis palabras estarán enfocadas sobre todo en la película en tanto obra artística.

Estimo que la dirección de arte es muy correcta, haciéndonos sentir todo el rigor contextual de la época; los ambientes están maravillosamente recreados, la vestimenta, los vehículos, la vida misma… Por su parte, los actores —quizá a fuerza de abundancia— dejan algo que desear, excepto (por supuesto) el inestimable Darín, a quien considero imperioso agradecer por continuar viviendo en nuestro país y no haber echado a correr a la primera de cambio.

Por lo demás, la película coquetea demasiado con el humor costumbrista argentino, cosa que las más de las veces me sustrajo de la trama y me hizo mirar para otro lado (quizá con algo de incomodidad). Yo lo entiendo bien, tratándose de la época más sombría de nuestra historia, es evidente que el director querrá sutilizar la sensación de apremio, pero creo yo que abusa del recurso haciéndolo a uno sentir que está viendo una película pasatista que solo pretende contentarlo. ¡Claro! A los pocos minutos da un golpe furibundo con una persecución o con el testimonio de una víctima, pero a mí no acabó de convencerme completamente. Paréceme que Mitre no quiso llegar hasta la angustia.

Sí, hubiera requerido algo más de rudeza, algo más de contundencia en el golpe, para dejar bien en claro el inexpresable flagelo de una época semejante sin caer tantas veces en la jocosidad o la complacencia. Pero se entiende, ¡qué lugar difícil para un país tan proclive a la susceptibilidad y el exabrupto pisar con grave tono el suelo común!

Hubiera requerido más rudeza para entender siquiera un poco la terrible condición de nuestros padres que debieron enfrentarse a la muerte y la mutilación por defender sus pareceres (y a veces ni por eso). Vean ustedes: mi padre jamás quiso hablar del golpe. Ese mi padre que esperaba noches enteras en vilo a que lo «chuparan» los furtivos agentes de la muerte.

 

Las juntas militares en juicio.

 

Implicancias

Pero hay un lado positivo. Esta película al menos instala el diálogo sobre nuestra historia reciente; es la única película de nuestro país que reivindica a Strassera y que deja clara una posición de defensa a la democracia. Acerca, sin lugar a dudas, una porción de nuestros antecedentes a un público general quizá desprevenido o desinteresado. También, intenta sortear el tan mancillado debate político que hoy lo recubre todo, aunque no sé si lo consigue felizmente.

Estimo que es correcto y necesario que se desvelen las vergüenzas de nuestro país, pero también estimo que, tratándose de cosas semejantes, se debe ser lo más implacable posible en toda dirección evitando sesgar la historia. Pero claro, cada cual se forja la suya propia, su propia historia. Solo me resta esperar que esta obra permita el intercambio, abriendo una revisión tal vez más circunstanciada sobre aquellos años de humo y miseria, para evitar su repetición a fuerza de conciencia profunda y no por una simple admonición que puede resultar ambigua y parcializada.

Yo temo particularmente por nuestra condición de hombres, porque quienes fueron perpetradores de los inconcebibles actos represivos no fueron más que hombres. Por eso que dije que tengo claro que los monstruos no existen, pero sí que existe la vileza radical… (y yo no logro determinar qué factor incide para trocar en verdugos). Porque creo que debemos preservar a las víctimas y por eso atenuar un tanto el discurso, pero también creo que debemos ver el mal a los ojos y sin remilgos; nosotros, quienes quizá no lo hemos sufrido en toda su naturaleza. Porque debemos ver, ver y ver, por más que nos ardan los ojos, ¡por más que perdamos los ojos por el fuego de la llama veraz! 

Porque quien alcanza a ver hoy alumbra en algo el camino del mañana.

Porque quien mira de frente mira bien, mira con la vida en la mirada.

¡Porque debemos oponer la vida a la muerte y nunca cerrar los ojos! ¡Nunca mirar hacia otro lado! ¡Nunca!

¡Nunca más!
 

 

 

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