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Bajo el signo del teatro

03/07/2020 17:44
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Entrevista a Fausto Alfonso

Por Rubén Gatica, de la Redacción de Jornada

Fausto Alfonso es un soldado de la cultura y del teatro. Ha librado y libra su lucha a diario desde todas las trincheras. Desde los medios gráficos y radiales, desde la esforzada publicación de revistas (“UBU Todo Teatro”, “Don Marlon”) y libros (“Una década dramática” y “Artes cruzadas”), desde la docencia, en la web, y desde cuanto reducto se imponga la consigna de compartir placeres y conocimientos a través del arte. A todas luces un imprescindible, según la brechtiana definición.

–Un presente difícil para el teatro. ¿Cómo se lo vive puertas adentro?
–El shock que sufre el teatro en este momento es mayor que todos los que sufre habitualmente, al ser una práctica bastante descuidada desde lo oficial, independiente, etc etc. Ahora, hay una discusión respecto del teatro en general que gira en torno de si todas estas salidas alternativas que se han hecho para mantener viva la actividad sirven para algo o si tienen que ver con el teatro. Porque teatro es básicamente un actor frente a una persona en un mismo sitio. A eso se reduce. Con la pandemia se han puesto en práctica un montón de variantes que evidentemente lo desnaturalizan. Son expresiones audiovisuales de emergencia para mantener en vigencia la actividad. Pero no se las puede considerar teatro. Es una experiencia mediatizada, tecnologizada, pero se encuadraría en las artes audiovisuales.

–Hay que reconocer que no se puede hacer mucho más…
–Obviamente son válidas desde el momento que permiten mantener en vigencia el nombre de los actores, de las obras, y una relación con el público. Pero de ninguna manera se le puede llamar teatro ni puede reemplazar al teatro. Por el momento tenemos que aceptar esta situación por razones obvias, de fuerza mayor. Esperemos que pronto llegue la nueva normalidad para que la actividad siga por su cauce habitual, que ya de por sí es duro y es marginal por naturaleza.

–¿Con el fin de la pandemia vuelve la normalidad al teatro?
–Una vez que pase la crisis, el temor a ir a un cine, a un teatro, va a continuar. No es que el público inmediatamente va a responder a las demandas del espectáculo apenas se acabe la pandemia. Va a llevar un tiempo hasta que la gente se anime a compartir un espectáculo con gente que no conoce.

–¿Cuál es el ámbito de la crítica teatral hoy en Mendoza?
–La crítica teatral ha adquirido nuevas características, así como en gran parte del mundo, porque se ha desplazado de los medios tradicionales hacia internet. Los medios tradicionales, que están en decadencia según mi humilde opinión, prácticamente no tienen espacio para la crítica, no sólo de teatro sino del espectáculo en general. En Mendoza la crítica en los medios masivos no existe. Salvo casos aislados, excepcionales y discontinuos. Se ha desplazado hacia los portales de internet, hacia sitios especializados y a emprendimientos personales digitales.

–¿Este nuevo escenario también ha alterado la relación del crítico con los artistas?
–La relación ha cambiado. En internet se ha vuelto más fluida. Hay una comunicación más directa, y al mismo tiempo es una comunicación más ríspida, más violenta. Implícitamente está la posibilidad del derecho de réplica informal, algo que no existía en los medios de comunicación masivos. Esta democratización de la palabra en internet tampoco es necesariamente constructiva. Porque todo el mundo opina pero a menudo no se llega a ninguna conclusión. Puede haber cruces violentos, insultos, descalificaciones, incluso del ámbito personal que no tienen nada que ver con el trabajo ni con la crítica.

–Es una lucha desigual por otra parte…
–Cuando la crítica se hacía desde los medios tradicionales, era más difícil que al crítico le llegaran las agresiones. Ahora que la comunicación es tan directa no hay nada que lo proteja. Muchos foros de discusión se terminan cerrando por el nivel de violencia. Además cuando hay descalificaciones, vienen de gente que no se sabe quién es porque son todos seudónimos, anónimos y demás. Y la agresión se puede potenciar cuando hay un líder al que le sigue todo un séquito de amigos y de gente cercana.

–¿Cómo defenderse de este tipo de situaciones?
–En el caso de los medios, deberían buscar formas de participación más transparentes, no anónimas. En el caso de las redes sociales presumo que es casi imposible cualquier regulación, salvo que se constate un delito concreto (amenaza, incitación a la violencia). No estoy de acuerdo con la censura, obviamente, pero entender la democracia virtual va a llevar muchas generaciones. Y muchos heridos y muertos virtuales y reales.

–Hacer crítica desde un blog también tendrá sus atractivos.
–Es una forma interesante para practicar la crítica porque no hay limitaciones de estilo ni editoriales, todo es mucho más flexible y abierto. La forma es hacerlo con honestidad en las opiniones, con rigurosidad en la información, y respeto. Esa sería la fórmula para hacer una buena crítica.

–¿Hay algún espacio que compartan los periodistas que hacen crítica teatral?
–Hay una red de críticos, CRITEA, que nuclea sobre todo a periodistas que se dedican al periodismo teatral de distintas provincias del interior fundamentalmente. A través de CRITEA estoy en contacto con gente de San Juan, Córdoba, Santa Fe, Tucumán. Las problemáticas son más o menos similares en todas las provincias, con excepción de Buenos Aires. Buenos Aires tiene una tradición crítica tan fuerte, está tan afianzado el tema de la crítica que es impensable que de un día para el otro desaparezca la sección de crítica teatral de un diario como La Nación, por ejemplo. Es algo que no pasaría inadvertido. En cambio en un medio del interior es algo que pasa a menudo y nadie se queja.

–¿Por dónde pasan hoy los desafíos de la profesión de crítico?
–Un desafío importante para la crítica actual tiene que ver con no autocensurarse y no ser políticamente correcto. Ahora hay una nueva moralidad y una nueva sensibilidad en la sociedad, de manera que no se puede hablar prácticamente de nada sin pedir disculpas de antemano. No se puede hacer humor prácticamente sobre ningún tema, no se puede hablar sobre el erotismo, no se puede hablar sobre el deseo, sobre las relaciones de pareja, no se puede hablar sobre temas como el bullying, el grooming y todas sus variantes, salvo que se trate de un discurso completamente hegemónico y políticamente correcto. Entonces no se puede poner en tela de juicio nada, no se puede plantear una tercera posición, relativizar las cosas.

–Hay un déficit de pensamiento crítico…
–Es algo que viene de hace algunos años pero se está afianzando cada vez más y está llevando a la autocensura. Además hay otro tema que afecta a directores sobre quienes recae algún tipo de sospecha, y cuyas obras se dejan de ir a ver.

–El síndrome Woody Allen…
–Se le llama “la cancelación”. Cancelar al artista cuando el artista en su vida privada está sospechado de cometer actos “impuros”. Pasa ahora con el revisionismo artístico. Se cuestiona a Cézanne en pintura, a Toulouse-Lautrec, a Picasso, gente que fueron genios en lo suyo, pero con una vida privada con oscuridades. Hace poco en la inauguración de una muestra de Cézanne los propios curadores de la muestra aclaraban en la folletería cuestiones personales que tenían que ver con la vida privada de Cézanne, abriendo el paraguas.

–¿Pasa en nuestro medio también?
–En Mendoza hay directores y actores que han sido proscriptos. Son cuestiones personales o incluso temas delictivos, por llamarle de alguna manera, que tendrán que seguir su curso en la Justicia.

–¿Qué posición tomás como crítico ante una situación así?
–A mi manera de ver no deberían interferir en la práctica de la crítica ni en las relaciones entre los integrantes de la comunidad teatral hasta tanto la Justicia diga algo. Para mí el crítico tiene que seguir con su tarea periodística independientemente de cualquier problema o asunto personal que involucre a los artistas. Hay posiciones extremas que dicen que no se puede separar la vida personal de la obra del artista… Pero yo no estoy de acuerdo. El mundo tiene oscuridades en su intimidad, en su privacidad. El crítico tiene que separar todas las cuestiones personales de la obra. No hacerlo da lugar a las cazas de brujas.

–A la imposición del estado de sospecha…
–Ahora todo el mundo es sospechoso, todos los directores son como Polanski… Hay como una ola de puritanismo que impide analizar cualquier obra. Se sacan las obras de contexto. Se analiza a Gauguin con los parámetros de hoy, lo que no corresponde. Hoy está mal visto que un hombre mayor se case con una chica de 14… ¿Pero qué hacemos con Chaplin, por ejemplo, que tuvo esposas menores de edad? ¿Tendríamos que eliminar la obra de Chaplin? Entonces hay que tener cuidado con tanto puritanismo.

También se han dado casos de artistas fogoneando la censura de otros artistas, lo que es bastante extraño. No sé si en otra época se ha dado de manera tan acentuada, porque los artistas son de tener un espíritu solidario, de ser más tolerantes.

–¿Se da la grieta también en el ámbito teatral?
–En realidad el artista y el periodista son contrapoderes, históricamente ha sido así. Eso lo tenía muy claro nuestro amigo Luis Buñuel, que decía siempre: “El artista está enfrente del poder de turno”. Y el periodista y el artista deberían estar enfrente del poder de turno, no dejarse seducir ni conmover. Esto es algo que se olvida cada vez más, y muchos artistas y periodistas se alían con el poder de turno por cuestiones de afinidad ideológica… Pero podés tener afinidad ideológica y ser al mismo tiempo crítico del espacio con el que simpatizás.

–De esa manera se pierde la capacidad crítica…
–Cuando cruzaste la vereda del todo y te ponés del lado del poder de turno estás totalmente obnubilado, tenés que repetir lo que dice el poder de turno. Es un fenómeno que ha crecido en los últimos años, esto de ir perdiendo el pensamiento crítico o de ponerse del lado del poder, cuando por definición el periodismo es un contrapoder.

–El poder ha cambiado de estrategia también y se sirve del artista para generar adhesión y para bajar su línea ideológica.
–Es una cuestión de uso y abuso mutuo, muchas veces obsceno, porque el artista se “prende” al poder, y el poder usa la popularidad del artista en beneficio propio. El caso de Daddy Brieva es el más obvio, o si querés un ejemplo macrista, el de Juan Acosta. Porque estos tipos llegan a cierto público, la gente los sigue, los conoce. Y ellos se garantizan cierta protección, cierta continuidad… Es horrible ese panorama.

–¿Qué autores teatrales locales mantienen esa bandera crítica en este momento?
–Acá en Mendoza yo veo mucho teatro y últimamente he visto muy pocas cosas que me sorprendan porque hay una mirada complaciente y una preocupación más por la elección del tema que por el tratamiento y por la estética con que se presenta el tema.
De todas maneras de lo que he visto en los últimos cinco años hay dos obras para destacar porque me parecen interesantes.

Una se llama “Fragmentario”, dirigida por Rubén González Mayo. Es una obra que tiene que ver con muchos temas de la actualidad, abuso, machismo, violencia de género, secuestros, etc, pero trabajada con espíritu de tragedia griega y al mismo tiempo con una mirada crítica del asunto, sin bajar línea y sin llegar a conclusiones contundentes, con un amplio margen de ambigüedad. No es una obra fácil, es una obra donde hay que estar muy atento, y a medida que la vas analizando hay millones de referencias a lo que pasa actualmente. Pero no hay nada propagandístico ni panfletario, no hay nada obvio. Yo detesto la obviedad en las obras de teatro y ahí no hay absolutamente nada obvio. Y está todo lo que pasa en la Argentina actual o la Mendoza de la actualidad si querés, pero mostrado de una manera artística, creativa, original, ambigua. Esa por un lado.

Y la otra es “El puchero de oro”, dirigida por Baby Chiófalo. Es la obra más políticamente incorrecta de los últimos cinco años. Habla sobre el amor desde distintas perspectivas y está planteada en un lugar impreciso y en un tiempo impreciso. Al mismo tiempo es un tema que atraviesa todos los lugares y todas las épocas. Muchos recursos usados en la obra tienen que ver con el despliegue físico, las técnicas corporales de distintas escuelas, fragmentos de musicales. Es muy original y es lo contrario de todo lo que uno puede llegar a esperar cuando uno va a ver una obra de teatro hoy. Que no te digan qué tenés que hacer, qué posición tomar, que no te estén subrayando las cosas. Realmente está muy bien actuada, muy bien dirigida y muy bien iluminada.

–¿Qué nuevas tendencias se pueden ver en el teatro actual?
–Por un lado hay una revalorización de la palabra por sobre los otros componentes de la escena. Incluso acá en Mendoza se da el caso de que hay muchos dramaturgos que se lanzan a dirigir y ese lanzarse a dirigir sin tener demasiada experiencia en la dirección de alguna manera hace que instale el texto, la figura del autor, que son ellos. Ya sabemos que esto es algo que enardecía a mucha gente porque en realidad el texto es uno de los tantos elementos que componen una obra de teatro y que se tiene que juzgar en relación con los otros elementos.
Por otro lado hay toda una vertiente en Mendoza de revalorizar y reciclar técnicas tradicionales, por ejemplo la técnica del clown, la del bufón, la “commedia dell’arte”, que ponen el acento en las técnicas corporales. Hay mucha gente que está en esa línea y que hace cosas muy interesantes también.
Hay mucha diversidad en Mendoza, podés encontrar espectáculos que tienen que ver con el realismo puro o tradicional, otros con el hiperrealismo, otros que están haciendo una especie de neoabsurdo. Variedad hay. Hay que sondear porque hay mucho para ver.

El blog donde Fausto Alfonso desarrolla su tarea como crítico teatral
http://el-pacto-de-fausto.webnode.com.ar/

Tres trabajos:
Uno sobre el teatro mendocino

https://el-pacto-de-fausto.webnode.com.ar/news/dramaturgos-al-pie-del-aconcagua/

Otro sobre el lado sombrío de Di Benedetto
https://el-pacto-de-fausto.webnode.com.ar/news/perdon-amo-a-claudia-no-a-di-benedetto/

20 momentos del cine mendocino
https://el-pacto-de-fausto.webnode.com.ar/news/el-cine-mendocino-en-20-momentos/

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